El exceso de confianza está por todos lados. Desde el político que asegura saber cómo liderar un país, el médico que hace un diagnóstico, el jefe que dirige una empresa o incluso tú mismo, cuando te presentas a una entrevista de trabajo e intentas demostrar que eres la mejor alternativa.
Al menos en el mundo occidental, hay cierto nivel de consenso en términos de valorar la confianza como algo positivo.
Admiramos a los que confían en sí mismos, pero… ¿estamos en lo correcto?
Cuando un mago nos deslumbra y luego nos explica cómo hacer el truco, suele parecer extremadamente sencillo.
¡Obvio, cómo no me di cuenta antes que era tan fácil!
Pero lo que no sabemos, es que en realidad el truco es fácil para quien lo ha practicado muchas veces y no para el novato que cree que aprendió en pocos minutos.
«Nuestros estudios dicen que, aunque hayas memorizado los pasos, no aprenderás realmente a hacer algo hasta que lo practiques tú mismo», dice Ed O’Brien, profesor de Ciencia de la Conducta, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago.
Ver cómo otros hacen su trabajo, nos da una «ilusión de capacidad» y aumenta nuestra confianza, aunque seamos ignorantes.
Es lo que se conoce como el «Efecto Dunning-Kruger», un sesgo cognitivo según el cual los individuos con escasas habilidades en una materia, tienen un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas.
Es decir, evalúan sus capacidades por encima de lo real y no son capaces de reconocer sus ineptitudes.
«En muchos campos la correlación entre la confianza de una persona y sus resultados es esencialmente cero», agrega O’Brien.
«Los menos competentes suelen ser los más seguros, porque ni siquiera saben lo que no saben».
«Viveza criolla»
Hay una conocida frase en inglés que suele ser utilizada en Estados Unidos: «fake it until you make it«, que podría traducirse informalmente como «aparenta hasta que lo consigas».
¿Qué hay detrás de esa visión?
Según Tomás Chamorro-Premuzic, psicólogo argentino y autor de «Confianza, la sorprendente verdad sobre cuánto la necesitas y cómo lograrla», la frase tiene una fuerte connotación moral.
«Yo crecí en Argentina, donde nos especializamos en el engaño, en la arrogancia».
Cuenta que existe una expresión, «viveza criolla», justamente para destacar la habilidad de estafar a otro, de saltarse las reglas, de sacar ventaja de las situaciones.
«Individualmente somos muy buenos haciendo eso. Pero cuando la mayor parte de una sociedad tiene esa habilidad, el país colapsa«, argumenta.
Desde su perspectiva, una mejor sociedad es aquella que identifica el verdadero talento o habilidad de la gente y tiene un sistema meritocrático.
Pero en la sociedad en general, suelen triunfar aquellos que son buenos aparentando, que se atribuyen éxitos, o que culpan a otros por sus propios errores.
Culturalmente, también cambia la perspectiva sobre el exceso de confianza, dependiendo del país donde te encuentres.
«En Escandinavia, Japón o Corea del Sur la gente enfatiza más la humildad y la modestia», apunta.
La confianza en el mundo de los negocios
Una observación que confirma el Glen Fukushima, investigador senior del Center For American Progress.
«En Estados Unidos la gente se pregunta cómo puedo tener confianza en ti, si tú no tienes confianza en ti mismo».
Es por eso, explica, las personas se sienten presionadas a demostrar confianza para dejar en claro que son capaces de cumplir.
«Es común que la gente hable de sus logros para impresionar a otros».
En el otro extremo están los japoneses, quienes generalmente no consideran que la autopromoción sea algo positivo.
«No necesitas decirle a los demás lo maravilloso que eres. Si lo haces, das la impresión que no eres genuino, que no tienes integridad».
«Los dos extremos son malos. Preferiría algo en el medio», apunta Fukushima, quien trabaja en los dos países y ha tenido que adaptarse a las diferencias en los ambientes corporativos de ambas culturas.
Así como hay muchos estudios que apuntan a que el exceso de confianza puede demostrar ignorancia o ineptitud, otros señalan que hay características positivas asociadas a la seguridad en uno mismo.
De hecho, hay personas muy inteligentes, muy talentosas y al mismo tiempo, muy seguras de sí mismas, aunque otra cosa es andar gritando a los cuatro vientos lo genial que somos.
En ese sentido, seguridad y arrogancia no tienen por qué ir de la mano, aunque en muchas ocasiones hacen una mezcla explosiva.